Varios medios de comunicación británicos se han hecho eco de una curiosa historia más propia del guión de una película de Frank Capra que de la actualidad cotidiana. Al parecer, hace menos de un mes, un nuevo grafiti atribuible a Banksy apareció en la puerta metálica de un edificio abandonado de Bristol, localidad que algunos aventuran como natal del pintor sin rostro. La puerta fue desencajada por el director del Bristol’s Broad Plain Boys’ Club y trasladada a pulso hasta las dependencias de la institución. Este tipo de clubes comenzaron a surgir a finales del siglo XIX en el Reino Unido como asociaciones vecinales sin ánimo de lucro ―Community Groups, en la terminología oficial inglesa—,preocupadas por el desarrollo humano de niños y adolescentes mediante la estimulación de sus respectivos potenciales deportivos y artísticos. Según parece, han constituido un gran apoyo para muchos adolescentes desfavorecidos y gozan de gran estimación social. (Su ausencia de interés monetario puede comprobarse con un mero vistazo a la humildísima página web del Broad Plain: http://www.freewebs.com/riversideyouthproject/youthclub.htm.)
Se da la circunstancia de que la asociación necesitaba urgentemente una importante cantidad de dinero para evitar su cierre inminente después de más de cien años en activo. Su director, Dennis Stinchcombe, reconoció al instante la autoría de la obra y no dudó en apropiársela en nombre del grupo con el fin de obtener los fondos salvadores: al fin y al cabo, había caído del cielo durante la noche, como el maná.
Desde que, con gran indignación y desprecio por su parte, las obras del misterioso Banksy han comenzado a subastarse, su cotización ha subido hasta consagrarlo como uno de los artistas vivos con un caché más elevado. No en vano, las primeras tasaciones auguran a esta pintura en concreto, ya conocida mundialmente como “Mobile Lovers”, un valor potencial de 4 millones de libras esterlinas, mucho más de lo que necesita el Broad Plain para sobrevivir y lo suficiente como para mantener sus puertas abiertas durante otro siglo, como mínimo. Un cuento de hadas.
Pero aquí es cuando interviene el malo de la película, papel que en esta ocasión le ha tocado representar al Ayuntamiento de Bristol, que se apresuró a recuperar la obra alegando que pertenecía al municipio por haber aparecido —como todas las pintadas de Banksy— en un espacio público. Así que, con mayor dolor y frustración, los miembros del Broad Plain volvieron a resignarse a cerrar su establecimiento: fácil vino, fácil se fue. No hay piedad en el mundo. Tan sólo su director siguió tratando de pelear por la puerta decorada con los escasos medios a su alcance: apenas cierto pataleo en los medios de comunicación e instancias dirigidas a diversos entes y organismos.
Y cuando todo parece perdido, aparece el héroe salvador. Enterado de lo ocurrido y con el fin de zanjar la disputa, el propio Banksy remite una carta ―firmada a modo de grafiti― al director del Broad Plain:
Privado y confidencial
Querido Dennis:
Espero que estés bien. Como bien sabes, hace poco he pintado en un portal cercano al club. Pretendía ser un pequeño regalo visual para la zona, pero parece ser que un regalo financiero hubiese sido más útil.
Normalmente no confieso los crímenes que cometo, pero como parece que no se van a presentar cargos contra mí en breve, tienes mi bendición para hacer lo que consideres correcto con la obra.
Soy un gran admirador del trabajo que hacéis en el club y estaría encantado si esto os puede ayudar de alguna manera. Tu tenacidad en las últimas semanas ha sido un espectáculo digno de presenciar. Supongo que te sonará esta cita atribuida a Abraham Lincoln: “Las cosas pueden llegar a aquéllos que esperan, pero sólo las cosas que hayan dejado atrás los que se apresuran”.
Mis mejores deseos.
Banksy
Tras leer la carta del artista, a Stinchcombe no le cabe duda de que, quien quiera que sea, el propio Banksy desarrollo su singular talento en uno de estos centros, quizá en el propio Broad Plain.
Fuentes:
http://www.bbc.com/news/uk-27057745
Agradecimientos:
A Diane Radzajewski, por su inestimable ayuda a la hora de traducir ciertos giros dificilillos.