Precisamente, en 1973 tres amigos llamados Wally Nightingale, Steve Jones y Paul Cook, todos ellos menores de edad, deciden fundar un grupo musical de inspiración mod. Con el fin de pertrecharse de parkas, trajes ajustados, sombreritos y demás parafernalia, comienzan a hacerse asiduos de Let it Rock, una tienda de ropa de segunda mano regentada por Malcolm McLaren y su pareja, la por aquel entonces desconocida Vivienne Westwood ―más tarde incluso sería nombrada dama del Imperio británico―. Allí se hacen amigos del único empleado del negocio, otro chaval llamado Glen Matlock, que posee una buena colección de discos y que rápidamente es integrado en el grupo. Sin apenas saber tocar ningún instrumento y, de hecho, sin disponer de ellos en propiedad, comienzan a ensayar temas de The Flaming Groovies, The Kinks, The Who, The Rolling Stones y de otras vacas sagradas de la denominada “cultura mod”, sobre todo de Small Faces, de los que clonan su apariencia.
McLaren, un eterno estudiante de arte unos diez años mayor que ellos y con extraños vínculos con los restos del situacionismo, decide convertirse en su mánager, sin que todavía hubiese nada que “managear” y sin tener la más remota idea de en qué consistía su nueva profesión, por supuesto. Ellos, no obstante, le ven como un héroe, un tipo que sabe lo que hace y al que conviene imitar. Consciente de la influencia que tiene sobre los chavales, McLaren les convence para que acepten a Jaimie Reid, uno de sus amigotes situacionistas, como “director artístico”. Entre ambos deciden que Nightingale ―que, haciendo honor a su apellido (“ruiseñor”), actuaba como vocalista― carece del carisma necesario para arrastrar a las masas y lo sustituyen por John Lydon, otro habitual de la tienda.
Ya en sus primeras actuaciones, de carácter poco menos que vecinal, la banda demostró tanta capacidad de atracción que muy pronto se creó a su alrededor lo que se llamó el Contingente Bromley: una pequeña guardia pretoriana de “anti-fans” ―la filosofía del grupo les impedía tener algo positivo cerca― que les acompañaba a todas partes y entre cuyas filas se podía encontrar a Siouxsie Sioux o a Billy Idol. Ya por aquel entonces los roles estaban definitivamente atribuidos: al consabido liderazgo natural de Rotten a la voz, se unía la batería de Cook, la guitarra de Jones y el bajo de Matlock.
El primer single, que incluía “Anarchy In The UK” y “I Wanna Be Me”, vio finalmente la luz el 26 de octubre de 1976, y no fue ese lanzamiento, sino más bien el escándalo que se levantó cuando se supo que EMI les había pagado 40.000 libras esterlinas simplemente por su ficha ―una cifra que batía con creces cualquier record anterior― lo que motivó que el grupo fuese llamado a una entrevista en Today, un magazine de la BBC londinense dirigido por el veterano Bill Grundy. Si bien el programa gozaba de gran popularidad y Grundy era toda una personalidad dentro de la televisión británica, no puede decirse que su público más fiel se caracterizara precisamente por sus ansias intelectuales ni por sus ideas progresistas. Los Sex Pistols se presentaron borrachos y escoltados por cuatro anti-fans de atuendo y maquillaje estrafalario entre los que se encontraba Siouxsie. Precisamente un desafortunado diálogo con ésta última, en el que Grundy dio la impresión de estar insinuándose sexualmente con toda la torpeza de un baboso de boîte ―con el consiguiente gesto de incredulidad y asco por parte de la futura diva de la dark wave―, provocó que se le acabase de ir de las manos una entrevista que nunca supo controlar y que más bien había enfocado con la intención de dejarles en ridículo. Sin perder en ningún momento una calma desafiante, y tras una serie de murmuraciones burlonas por parte de los músicos ―Cook fue el único que no abrió la boca, seguramente porque temía ponerse a vomitar si lo hacía―, Steve Jones comenzó a descargar insultos sobre el presentador con la misma frialdad con la que Clint Eastwood hubiese vaciado su Colt. Ya en aquel momento los teléfonos de la cadena estaban a punto de fundirse a fuerza de recibir quejas indignadas por parte de ciudadanos que habían escuchado palabras feísimas en un programa que se financiaba con sus impuestos. La polémica, azuzada por los tabloides reaccionarios, se extendió durante semanas ―el asunto llegó a mencionarse incluso en la Cámara de los Comunes― hasta provocar el despido del presentador y, de hecho, el final de su carrera ―moriría en 1993 sumido en el más completo ostracismo―.
En un primer momento, la respetable EMI se mostró condescendiente y trató de aprovechar el tirón publicitario: ya no había nadie en el Reino Unido que no supiera quiénes eran los Sex Pistols. Con lo que seguramente no contaron fue con la reacción de sus propios trabajadores, que comenzaron a mostrarse hostiles con los miembros del grupo, hasta el extremo de que muchos de ellos se negaron a participar en la grabación de lo que iba a ser su primer álbum. La tensión se fue haciendo tan insoportable que el 22 de diciembre de 1976 la compañía tomó la determinación de retirar el single del mercado y rescindir el contrato con sus frustrados nuevos Beatles. De este modo, y haciendo de la necesidad virtud, McLaren tuvo que ponerse a trabajar en serio por primera vez en su vida: prácticamente todas las discográficas del país y algunas del extranjero le llamaron para interesarse por su disponibilidad. Sin embargo, a la vez que esa especie de mercado persa hacía subir la cotización del grupo dentro de la industria discográfica, su valor en la calle parecía desmoronarse por momentos: los miembros de Ramones y de Talking Heads se negaron en rotundo a admitirlos en la gira mundial conjunta que acababan de empezar, descolgándose con declaraciones públicas no precisamente halagadoras hacia los de Chelsea. Igualmente, más del ochenta por ciento de los conciertos que los Pistols esperaban ofrecer fueron cancelados uno tras otro. Los cuatro jóvenes llegaron a asustarse ante la entidad del inesperado derrumbe y comenzaron a mostrar signos tímidos de desconfianza hacia McLaren mientras las diferencias entre ellos se iban recrudeciendo. En este contexto, y con la excusa de adoptar un cambio de rumbo urgente, el 28 de febrero de 1977 Rotten acabó saliéndose con la suya y provocó la expulsión de Matlock para sustituirlo por su fiel Sid Vicious.
Así que, finalmente, tendrían que comprometerse con “los jodidos hippies” o con la nada. Entre que su nihilismo no llegaba a tanto y que en el fondo Branson no le había caído nada mal, el propio Rotten se encargó de convencer al resto del grupo, que acabó firmando con Virgin el 12 de mayo de 1977. Un par de semanas más tarde, “God Save The Queen” estaba a la venta y alcanzaba rápidamente el número 1 en la lista de singles más vendidos. A partir de entonces comienza un goteo de singles aderezado por todo tipo de incidentes ―incluidas sendas palizas callejeras a Cook y a Rotten, constantes desapariciones de Vicious, cancelaciones de giras enteras, exigencias descabelladas por parte de Spungen, negociaciones con Russ Meyer para protagonizar alguno de sus horrores pseudopsicopornográficos y despropósitos por el estilo―, entre los que sin duda destaca su particular manera de celebrar el vigesimoquinto aniversario de la coronación de Isabel II, el 7 de junio, dando un concierto a bordo de un barco ―bautizado Queen Elizabeth― mientras se dirigían al centro de las celebraciones surcando el Támesis. La imagen no pudo acabar resultando más patética, con los electricistas Cook y Jones preocupados por si la espantosa calidad del sonido significaba un augurio de una inminente electrocución masiva, con un Rotten que no paraba de controlar de reojo las evoluciones de la policía mientras fingía normalidad y con un Vicious tan colocado que recordaba los últimos días de Brian Jones. Finalmente, y como empezaba a ser la norma, la aventura concluyó con una bronca monumental y con Branson acudiendo a la comisaría con 500 libras, a 100 por cabeza, para pagar la fianza tanto del grupo como del mánager ―según algunas versiones, Sid y Nancy habrían escapado nadando; pero, teniendo en cuenta el estado que ambos evidencian en la filmación, parece bastante más factible que fueran rescatados por alguna advocación mariana―.
Aunque el álbum estaba compuesto por doce temas desde el principio, la primera edición sólo contenía once, con un orden distinto al que hoy conocemos, y venía acompañada de un single con “Sub-mission” en su única cara grabada. Sin embargo, sin que esté muy claro si se trató de un error o de una maniobra para ahorrar material, la versión editada en Francia incluía las 12 canciones hábilmente recolocadas en el mismo LP. Branson se dio cuenta de que la solución francesa era mucho más eficiente y de que el disco no era ninguna obra conceptual, de modo que decidió adoptarla. No pudo, no obstante, retirar del mercado las 10.000 primeras copias, dado que se habían vendido en menos de una semana. Hoy en día, por supuesto, cada una de ellas vale una pequeña fortuna.
En su versión consolidada, “Never Mind The Bollocks” se abre con un efecto sonoro que es toda una declaración de intenciones: botas militares caminando acompasadas sobre la grava. A continuación, la guitarra de Steve Jones da cuatro tonos seguidos y, tras una descarga de batería, se lanza a acometer el riff de “Holidays In The Sun” ―que no es sino un plagio descarado del de “In The City” de The Jam, lanzado apenas cuatro meses antes―. Por lo demás, el tema es un buen ejemplo de lo que significa el sonido de los Sex Pistols: ritmos trepidantes a un tempo que entonces se consideraba muy acelerado, una guitarra que parece a punto de deshilacharse y la voz de un Rotten que murmura, declama o grita sin que aparentemente le importe lo más mínimo la marcha de la música. Sorprendentemente, la mezcla acaba presentando una línea melódica muy marcada y una armonía intachable, que tan sólo cabe atribuir a la excelente labor de producción llevada a cabo ex aequo por Bill Price y Chris Thomas, que en principio tan sólo iba a actuar como ingeniero de sonido. “Holidays In The Sun” fue la primera canción de los Sex Pistols en cuya composición no participó Matlock, y aunque viene firmada por los cuatro miembros del grupo, parece ser que Rotten escribió una letra plagada de referencias iconográficas a los regímenes nazi y soviético ―sin la más mínima intención política: lo único que pretendía era provocar al conservadurismo mencionando a los enemigos mortales del Reino Unido― y después le dijo a Jones que la tocase como le diese la gana.
“Bodies”, la segunda canción del disco, es quizá una rareza dentro de la corta producción de los Sex Pistols; no por su sonido, que es del genuino punk-rock desnudo, sino porque se trata del único tema con ciertas trazas de empatía. Johnny Rotten la compuso pensando en una tal Pauline, una de sus anti-fans. Al parecer, la joven tenía una cierta tendencia compulsiva a frustrar sus propios embarazos, tanto de forma intencionada como por negligencia grave. El cantante quedó bastante impresionado cuando la chica le contó, con pelos y señales, que su último aborto había sucedido espontáneamente en el baño de la fábrica en la que trabajaba, cuando el feto ya estaba bastante desarrollado, y que había llegado a ver cómo se movía en el suelo. Por supuesto, Rotten todavía no podía reconocer ante su público la más mínima muestra de sensibilidad, de modo que trató de maquillar la letra con algunos brochazos de salvajismo y de humor negro.
En una línea musical casi idéntica, “No Feelings” se presenta como un canto a la autosuficiencia y al narcisismo, si bien teñido de un voluntarismo que deja entrever el despecho hacia un amor perdido o no correspondido desde un inicio. Evidentemente, algo así no podía venir de un Rotten que se declaraba misógino y que no perdía ocasión para recordar que el sexo le hacía vomitar ―de hecho, no se le conoció relación alguna hasta después de disolver el grupo, momento en el que parece que decidió recuperar el tiempo perdido con intereses y costas―, pero sí de Matlock, al que probablemente haya que atribuirle la autoría completa de la canción.
Algo parecido puede decirse de “Liar”, que seguramente fuese compuesta por el ex bajista del grupo pensando en la misma persona. En sus actuaciones en directo, era uno de los temas que más le permitían a Rotten dar rienda suelta a su histrionismo y a sus contorsiones, mediante las que trataba de indicar que el verdadero mentiroso ―liar― era el público hipócrita y superficial ―todo un cumplido desde la óptica punk―. Resaltan las interpretaciones por parte de Jones y Cook, que a fuerza de ensayar se habían ido convirtiendo en algo más que unos músicos decentes. Seguramente llame la atención del oyente no encontrar un línea de bajo por ninguna parte, como prácticamente ocurre en todo el disco. La razón es que en aquel momento los Sex Pistols en realidad no tenían bajo. Cuando Sid Vicious se dignaba a pasarse por el estudio de grabación, lo hacía para tumbarse a beber cerveza mientras los demás trabajaban. Si resultaba imprescindible añadir un bajo, era Steve Jones el que lo tocaba en una pista independiente que después era montada sobre el conjunto. “Sid Vicious no tocaba el bajo realmente. Desconectábamos el ampli y en muchas ocasiones hicimos que alguien tocara desde detrás del decorado del escenario, para que no se enfadase”, confesó Malcolm McLaren varios años después.
No ocurre esto en la emblemática “God Save The Queen”, donde el bajo tiene un gran protagonismo ―no está claro si se aprovechó una pista grabada por Matlock o se recurrió a un músico de estudio―. “God Save The Queen”, que sin duda se cuenta entre las mejores canciones rock de la historia, fue rápidamente tomada como una especie de himno contestatario y algunos de sus versos fueron desgranados hasta convertirse en mantras. Destaca sobremanera el no future, que posteriormente ha tratado de venderse como prueba de que debajo del punk existía toda una filosofía de corte nihilista. La realidad es que el punk efectivamente era nihilista en sí mismo, pero ninguno de sus acólitos lo sabía.
“Odiábamos a la reina por hipócrita, pero como podíamos odiar a Rod Stewart por hortera. No se escribe una canción así porque odies a los ingleses, sino porque los amas y estás harto de que los maltraten”, declararía Mr. Lydon unos años más tarde. Lo cierto es que difícilmente puede odiarse a alguien que se limita a leer un discurso institucional una vez al año y a felicitar las navidades a sus súbditos. En sus más de seis décadas de reinado, Isabel II jamás ha concedido una sola entrevista y el “conocemos perfectamente las opiniones de la reina: la reina no tiene opiniones” es ya un lugar común entre los británicos. Por ello, afirmaciones como que no era un ser humano o que dirigía un régimen fascista no causaron tanto escándalo como extrañeza. En cualquier caso, tan sólo los sectores más conservadores se tomaron la canción como un ataque personal a la soberana. Basta escuchar la letra para darse cuenta de que lo que realmente se ataca es el statu quo británico, repitiendo el título del himno nacional con una intención irónica similar al “¡Viva la Pepa!”.
God save the queen
The fascist regime
They made you a moron
A potential H bomb
Dios salve a la reina
El régimen fascista
Te ha convertido en un tarado
En una potencial bomba H
God save the queen
She ain’t no human being
and there’s no future
in England’s dreaming
Dios salve a la reina
No es un ser humano
Y no hay futuro
En el sueño inglés
Don’t be told what you want
Don’t be told what you need
There’s no future
No future
No future for you
Que no te digan lo que quieres
Que no te digan lo que necesitas
Porque no hay futuro
No hay futuro
No hay futuro para ti
God save the queen
We mean it man
We love our queen
God saves
Dios salve a la reina
Lo decimos en serio, tío
Amamos a nuestra reina
Dios salve
God save the queen
‘Cause tourists are money
And our figurehead
Is not what she seems
Dios salve a la reina
Porque los turistas son dinero
Y nuestra mujer de paja*
No es lo que parece
Oh God save history
God save your mad parade
Oh Lord God have mercy
All crimes are paid
Oh, Dios salve la historia
Dios salve vuestra cuerda de locos
Oh Señor, ten piedad
Ya hemos purgado todos nuestros crímenes
Oh when there’s no future
How can there be sin
We’re the flowers
In the dustbin
We’re the poison
In your human machine
We’re the future
Your future!
Pero si no hay futuro
Cómo puede haber pecado
Somos las flores
En el cubo de la basura
Somos el veneno
En tu máquina humana
Somos el futuro
¡Tu futuro!
God save the queen
We mean it man
We love our queen
God saves
Dios salve a la reina
Lo decimos en serio, tío
Amamos a nuestra reina
Dios salve
God save the queen
We mean it man
There’s no future
In England’s dreaming
Dios salve a la reina
Lo decimos en serio, tío
No hay futuro
En el sueño inglés
No future
No future
No future for you
No hay futuro
No hay futuro
No hay futuro para ti
*(figurehead significa literalmente “mascarón de proa” y se emplea en sentido figurado para designar a un hombre de paja o a un testaferro; pero en el caso de la reina no tiene ningún matiz peyorativo, sino que se trata del término con el que se suele definir académicamente su función constitucional, privada de poder efectivo.)
“Problems” es una canción bastante simple, con un esquema de pregunta-respuesta que se repite hasta el paroxismo y que sirve para apiñar una buena parrafada a un ritmo enloquecido. No es ninguna joya melódica, pero una vez más encontramos una armonía muy cuidada y una buena labor instrumental. Por lo que parece, el tema surgió como una improvisación tras una sesión de grabación en la que el grupo reconoció que se habían quedado sin ideas para componer nuevas canciones. El resultado fue un verdadero “chorreo” que Rotten decidió soltarle a la gente que se pone a buscar soluciones cuando ellos mismos son parte del problema. Lo más adecuado sería leerla en clave interna, como un signo más de las malas relaciones que ya mantenían entre ellos; sin embargo, ha sido frecuentemente tomada como un alegato contra la falta de compromiso social ―seguramente confundiendo a Johnny Rotten con Joan Báez―.
La que sí que tiene contenido reivindicativo y puede ser tomada como una declaración de principios es “Seventeen”, pero no precisamente en el sentido que suelen esperar las mentes ingenuas. El mensaje viene a ser: nos gusta el ruido, nos tienen sin cuidado los pelos largos y los pantalones de campana, soy un puto gandul y no hay nada que me pueda alterar. Originalmente fue compuesta por Matlock con pretensiones de himno mod, y después Rotten hizo los cambios oportunos para adaptarla a su propia forma de ver las cosas, que es coreada unánimemente por el resto del grupo. Se trata de la canción más corta del disco, y también de la que presenta un tempo más lento y una mayor sensación de caos.
“Anarchy In The UK” es la segunda cima del álbum, una magistral descarga de rock en carne viva. Una vez más, fue Matlock el que ideó el riff y la mayor parte de la instrumentación; sin embargo, la letra fue escrita por Rotten en su integridad. Según él mismo ha manifestado en varias ocasiones, la mención al anticristo fue puramente accidental: en realidad, se le trabó la legua durante un ensayo y en lugar de anarchist pronunció algo parecido a anti-Christ. A todo el mundo le hizo mucha gracia y decidieron conservarlo.
Igualmente, suele entenderse que en el primer grito de la canción, justo antes de las risas, se dice right now; sin embargo, Rotten también ha explicado que se trata de una especie de grito de guerra, una onomatopeya sin sentido ―con una sospechosa similitud fonética al vocablo alemán Reich, por cierto―. De hecho, la canción no es sino una sucesión de provocaciones con expresiones difícilmente comprensibles, cuya correcta transcripción se ha visto además entorpecida por la manera en la que Rotten arrastra las vocales. Están claras las referencias al MPLA (Movimiento Para la Liberación de Angola), al UDA (Asociación para la Defensa del Ulster) y al IRA (Ejército Republicano Irlandés), tres organizaciones paramilitares muy presentes en la prensa de aquellos días. Rotten, de forma irónica, se pregunta si “esto” ―puede referirse al grupo, al punk en general o al propio contenido de la canción― es el MPLA, el UDA o el IRA, es decir: si asusta tanto como una banda terrorista. A pesar de ello, fue tomado como una apología de la actividad de dichos grupos ―lo cual no tenía mucho sentido, porque la actividad del MPLA tan sólo afectaba a los intereses británicos de manera tangencial y el UDA y el IRA eran antagonistas mortales―. Johnny Rotten se reía de los que trataban de comprender la actitud punk cuando realmente no había nada que comprender, simplemente aceptar o ignorar. La comprensión, la lógica, el sentido común y todos esos conceptos vacíos eran cosas de otras generaciones, no de la suya ―y tanto asco le daban que termina su recital con una sonora arcada―.
Tras esa apoteosis anticipada, “Sub-mission” presenta ciertos tintes pop que parece apuntar las vías que comenzarán a explorar los grupos after-punk apenas un año más tarde. La letra, con ese toque de amante desesperado que solía impregnar las composiciones de Matlock, plantea un juego de palabras entre “sumisión” y “misión submarina”. Este contenido, evidentemente simbólico, unido al ritmo relajado que guía el desarrollo de la canción, ha llevado a muchos críticos a considerar que el tema pretende reproducir la sensación provocada por algún tipo de droga ―quizá heroína, aunque sería extraño: tanto Matlock como Rotten eran mucho más dados a las anfetaminas y al pegamento―.
Sin ser tan popular como “God Save The Queen” o “Anarchy In The UK”, “Pretty Vacant” no les va a la zaga en cuanto a calidad musical, o eso debieron de pensar los críticos del New Musical Express ―revista no precisamente violenta― cuando la eligieron la mejor canción de 1977. Matlock confesó que el riff se le ocurrió mientras tocaba a lo tonto el “SOS” de Abba, algo que parece difícil de creer confrontando ambos temas. Nuevamente, el grupo jugaba con expresiones polisémicas difíciles de traducir: si “pretty vacant” significa literalmente “bastante vacío”, también puede ser entendido como “muy afectado por alguna droga”, “perfecto descerebrado” o incluso como “hasta los huevos” ―en el sentido de estar bastante quemado con la vida―. Atendiendo al resto de la canción, que tampoco es que sea prolija en explicaciones, seguramente nos estemos moviendo entre los dos últimos significados. “Pretty Vacant” fue el plato fuerte de la primera actuación de los Sex Pistols en televisión ―en el mismo Top of the Pops en el que triunfaron intérpretes tan temibles como Paul Anka o Sally Oldfield― y, como no podía haber sido de otra manera, levantó un terrible escándalo. Lo que ocurrió en esta ocasión fue que Rotten alargaba tanto la última vocal de vacant que a muchos les pareció que sonaba como cunt (“coño”), algo intolerable.
La penúltima canción del disco, “New York”, es posiblemente la más floja desde el punto de vista musical, aunque no se puede decir lo mismo con respecto a la letra. Como a todos los grandes grupos británicos, a los Sex Pistols les esperaba una gira por los Estados Unidos que confirmaría o denegaría su dimensión mundial. Ellos lo sabían perfectamente, y por eso incluyeron este tema para ir abriendo camino con frases como “You’re hippy tarts hero” (“Eres el héroe de las zorras hippies”), “You’re looking bored and you’re acting flash / with nothing in your gut you better / keep yer moouth shut” (“Pareces aburrido y tratas de llamar la atención, si no tienes nada que soltar lo mejor es que mantengas la boca cerrada”), “You four years on / You still look the same / I think about time / You change your brain / You’re just a pile of shit / You’re coming to this / Ya poor little faggot / You’re sealed with a kiss / Kiss me” (“Han pasado ya cuatro años y tú tienes la misma pinta. Creo que va siendo hora de que cambies de cerebro. No eres más que un montón de mierda. Has llegado a ser esto, pobre pequeño marica. Estás sellado con un beso. Bésame” ―“Sealed With A Kiss” es una balada insoportablemente cursi que han cantado varios intérpretes desde 1960 y que en 1972 revivió Bobby Vinton con una versión aún más cursi―). Muchos críticos se lo toman como un ataque genérico al modo de vida de la burguesía neoyorquina y su pretendida escena punk, que los Sex Pistols percibían como una mera pose amanerada; pero probablemente fue escrita pensando más concretamente en Ramones y Talking Heads, grupos a los que nunca perdonaron su desplante, y de una manera más personal en Joey Ramone, cuyo inconfundible tono de voz incluso parece querer parodiar Rotten en algún momento.
En realidad, el disco entero tiene bastante de ajuste de cuentas exhaustivo, como demuestra su último corte: “E.M.I.”, en el que se despachan a gusto contra su primera compañía discográfica, sin olvidarse tampoco de A&M en el último verso. Tanto McLaren como Rotten eran conscientes de que una canción suya en esos términos dejaría a la discográfica con una marca de retrógrada casi indeleble. Quizá lo más divertido es cómo Rotten imita la tradicional forma de pronunciar de los señoritos ingleses. Y otra arcada para terminar.
El álbum se colocó rápidamente como número uno en ventas en el Reino Unido ―en los Estados Unidos ni siquiera consiguió entrar entre el top 100 del Billboard―; pero, una vez más, su lanzamiento supuso la cancelación de la mayor parte de los conciertos apalabrados. A este revés hubo que añadir una sobredosis que no sólo casi le cuesta la vida a Sid Vicious ―en el informe médico constaba: “Tentativa de suicidio. Ingresa agonizante”―, sino que motivó un retraso ruinoso en el inicio de la gira norteamericana y, en general, redundó muy negativamente en la imagen del grupo. En un intento de lavar su imagen, McLaren aceptó dar un concierto benéfico a favor de los huérfanos del cuerpo de bomberos de Hudderfield ―que supongo que debían de ser incontables― que, para más recochineo, se celebró el día de Navidad. Insospechadamente, sería la última actuación del grupo en tierras británicas hasta su bochornosa reunión en 1996 para afrontar la que fue llamada Filthy Lucre Tour (Gira del Lucro Indecente).
Recomendaciones: Pocos estilos musicales han generado tanta literatura como el rock; sin embargo, la mayor parte de las monografías acerca de un determinado grupo o solista evidencian el mismo problema: han sido escritas por fans que, aunque atesoren conocimientos y pericia al plasmarlos en el papel, suelen dejar de lado la objetividad. Quizá la mejor obra para conocer al detalle todo el desarrollo del fenómeno punk, desde sus antecedentes hasta sus consecuencias, sea “Punk Diary: Ultimate Trainspotter’s Guide to Underground Rock 1970-1982”, de George Gimarc. El serio inconveniente es que no ha vuelto a ser reeditado desde su primera edición, en 2006, y presenta unos precios desorbitados (por supuesto, tampoco está traducido al castellano). Se trata de una obra exhaustiva, amena y muy bien documentada y estructurada; pero, para ser sinceros, no vale el dineral que se pide por ella, por lo que si alguien está realmente interesado en hacerse con una copia, le recomiendo que lo busque en plataformas de libros de segunda mano.
En cuanto a obras dedicadas exclusivamente a los Sex Pistols, resulta especialmente interesante “Sid Vicious: el icono salvaje del rock” (Alan Parker, 2009). El autor, que no tiene absolutamente nada que ver con el director de cine del mismo nombre, desgrana el día a día de la banda e incluye un relato riguroso y ampliamente documentado acerca de lo que se sabe y no se sabe sobre la muerte de Nancy Spungen. Está editado en castellano por Ma Non Troppo y, aunque también está descatalogado, tiene un precio mucho más sensato que el anterior.
Conviene mencionar también el volumen dedicado a los Sex Pistols dentro de la excelente colección Rock-Pop editada por Cátedra a lo largo de la década de los 90. Está escrito por Francisco J. Satué y, aunque contiene ciertos errores de documentación sin importancia, es en general un buen libro, redactado de una manera ágil y amena.
En cuanto a los discos, aparte de “Never Mind The Bollocks”, que puede encontrarse en cualquier parte incluso en formato vinilo, existen infinidad de recopilaciones, discos en directo, de rarezas, etcétera, algunas de las cuales figuran en este enlace.
También es posible encontrar la película “The Great Rock’n’Roll Swindle”, que no está doblada al castellano (ni falta que hace). Se trata de un largometraje horroroso que, no obstante, le hará mucha gracia a los fans del grupo. Mucho más interesante y serio es el documental “Filth And The Fury” (Julien Temple, 2000).