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“Gótico americano”, de Grant Wood (1930).

gótico americano

Gracias a este cuadro, Grant Wood ganó el concurso anual del Art Institute de Chicago, lo que le reportó un premio de 3.000 dólares y el privilegio de verlo colgado en las salas del museo, donde permanece hoy en día. Desde entonces, “Gótico americano” ―también conocido en ocasiones como “Gótico norteamericano” y “Gótico estadounidense”― se ha convertido en una de las obras de arte más caricaturizadas, homenajeadas y versionadas de la historia. Debido a la originalidad del lienzo, y al contrario de lo que suele ser habitual en este tipo de certámenes, la noticia saltó a las primeras planas de los periódicos y se difundió rápidamente por todo el país. Acababa de comenzar la Gran Depresión, y los articulistas de ambas costas de los Estados Unidos, todavía conmocionados por el desastre, se mostraban incapaces de determinar las causas del crack bursátil y se lanzaban a emitir ejercicios de autocrítica indiscriminada a modo de palos de ciego. Así, una gran mayoría de ellos interpretó “Gótico americano” como una alegoría genial de la estrechez de miras del estadounidense medio y como una representación gráfica de lo que ellos trataban de expresar con palabras. A muchos habitantes del Medio Oeste, por el contrario, no les hizo tanta gracia el cuadrito, y comenzaron a llover cartas de queja ante lo que consideraban un insulto directo a su modo de vida.

gótico americano 2De carácter muy tranquilo e introvertido, el propio artista tuvo que salir a declarar que no había en su pintura ni la más mínima intención peyorativa, sino que en realidad se trataba de un homenaje a los hombres sencillos que, soportando penurias y enfrentándose a todo tipo de peligros, habían logrado construir un país enorme a base de esfuerzo. Lo cierto es que las palabras de Wood probablemente vinieran condicionadas por una reacción pública que no se esperaba en absoluto, y que lo que en realidad pretendiese con ellas no fuese sino reparar lo que había sido un claro caso de aberratio ictus: sí que existía ánimo burlesco, pero no estaba precisamente dirigido a los granjeros del Medio Oeste.

La verdad es que no habría tenido ningún sentido que Grant DeVolson Wood tratase de ofender a la gente del campo, porque él mismo nació el 13 de febrero de 1891 en una granja aislada en medio de la Iowa más rural ―la población más cercana a la propiedad de su familia era un pueblo llamado Anamosa, que en la actualidad apenas supera los 5.000 habitantes―. Su padre murió cuando él acababa de cumplir 10 años, y su madre, incapaz de llevar la granja sin ayuda, trasladó a la familia a Cedar Rapids, la segunda ciudad más grande del estado ―lo cual tampoco supone decir mucho en términos de cosmopolitismo: en aquel entonces no debían de vivir en ella más de 40.000 personas―. Allí se graduó en la que entonces era la única high school de la localidad, y parece ser que ni siquiera se planteó la opción de matricularse en alguna universidad, seguramente por falta de medios. En su lugar, optó por acudir a la Handicraft Guild, una autoproclamada escuela de arte en Minneapolis que, en realidad, y como su propio nombre indica ―“gremio de la artesanía”―, se limitaba a formar artesanos de objetos decorativos. Su peculiaridad e importancia no reside en sus discípulos ilustres, entre los que Wood es prácticamente el único nombre notable, sino en el hecho de que fue una iniciativa enteramente impulsada por mujeres, de manera prácticamente altruista y con el fin de proporcionar un centro formativo igualitario a jóvenes humildes de ambos sexos. Fundada en 1904, su espíritu fue rápidamente imitado a lo largo de todo el país, a pesar de que en 1918 tuvo que cerrar sus puertas por falta de fondos. Hoy en día, su memoria constituye un motivo de orgullo local para los minneapolitanos, hasta el punto de que hace pocos años se ha logrado reabrir a base de dinero público y colectas.

captura2Salvo por algunas lecciones que tomaría en París años más tarde, Wood fue un pintor autodidacta que descubrió su vocación siendo muy niño, gracias a los palitos quemados que su madre le daba para que se entretuviera haciendo borratajos. Los únicos conocimientos pictóricos que extrajo de la Handicraft Guild se limitaban al empleo de los pigmentos necesarios para decorar objetos de piedra o de metal. Tras pasar una corta temporada como maestro rural en Iowa, logró matricularse en la Escuela de Bellas Artes del Art Institute de Chicago, donde curiosamente tampoco estudió dibujo y pintura, sino platería. Su práctica a la hora de colorear metales quizá no le ayudase demasiado en el desarrollo de su carrera; pero sí que le proporcionó una Primera Guerra Mundial algo más tranquila de lo normal, puesto que fue destinado en retaguardia para pintar el camuflaje de cañones y carros de combate.

Ya decidido a convertirse en pintor, volvería a Europa en 1920 para estudiar la obra de los impresionistas y postimpresionistas, sobre los que realizó varias copias. Sus trabajos originales, sin embargo, no acababan de dejarle satisfecho: los estilos franceses parecían diseñados para hablar de un mundo que no tenía absolutamente nada que ver con el que él quería reflejar. Algo frustrado tras vivir tres años en París, y sin demasiadas vías de subsistencia, decidió emplear sus últimos ahorros en visitar Italia, Alemania y Holanda antes de regresar a Iowa. Al toparse en esos países con la obra de pintores más clásicos, como Tiziano, Durero, Vermeer, Rafael, Murillo o Van Eyck, y también con la nueva objetividad alemana, se dio cuenta de que aquella forma de pintar sí que encajaba con lo que él trataba de expresar, de modo que volvió a los Estados Unidos entusiasmado y deseando ponerse manos a la obra. Así, durante los años siguientes, comenzó a desarrollar un tipo de pintura realista que pretendía huir de las vanguardias y reflejar los tipos costumbristas entre los que se había criado. La crítica le incluyó muy pronto en el movimiento regionalista; sin embargo, aunque nunca protestó por ello y no cabe duda de que comparte muchas características con la corriente, su figura no acaba de casar por completo con su espíritu aislacionista. De hecho, y como ya se ha adelantado, cada vez más estudiosos atribuyen al “Gótico americano” un sentido de ironía hacia la cerrazón que demostraban algunos de sus colegas, que no perdían ocasión de denostar la influencia europea como la culpable de que no se estuviese desarrollando una verdadera cultura norteamericana. Por lo tanto, los caricaturizados en el cuadro no serían los granjeros del Medio Oeste, sino los propios pintores regionalistas ―a los que, por cierto, jamás se les pasó por la cabeza darse por aludidos―.

gótico americano 3Independientemente de su verdadera intención, de lo que no cabe duda es de que “Gótico americano” fue uno de los mejores cuadros producidos durante una carrera muy corta, trágicamente interrumpida en 1942 por un cáncer de páncreas. Aunque le pega de maravilla y en ocasiones se ha tratado de relacionarlo con algunos personajes de Edgar Allan Poe, el título del cuadro no se refiere a su personaje masculino, sino a la casa que aparece en segundo plano. Se conoce como “gótico americano” o “gótico carpintero” a este tipo de construcciones de madera, propias de finales del siglo XIX, que incorporaban como meros adornos ciertos elementos vagamente inspirados en el gótico o en el neogótico, como la ventana con forma de arco ojival que se nos presenta en el cuadro. Esta casa en particular es una simple granja que aún existe en un minúsculo pueblo de Iowa llamado Eldon y que, lógicamente, se ha convertido en su mayor atracción turística.

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Los personajes tampoco son los verdaderos habitantes de esa casa, sino la propia hermana de Wood: Nan, y el dentista de ambos: el doctor B. H. McKeeby, que se prestaron gustosos para posar en cuanto el artista se lo propuso. Por supuesto, su indumentaria tampoco era con la que solían pasear por la calle, sino la propia de los granjeros de la segunda mitad del siglo XIX, muchos de ellos emigrantes del norte de Europa y seguidores radicales de diversos cultos protestantes. Este último rasgo puritano puede deducirse de la apariencia de iglesia que presenta la vivienda y de la sobriedad del personaje femenino, con su pelo recogido firmemente y su casto vestido a juego con las cortinas ―lo cual, además, puede interpretarse como un símbolo de su condición de ajuar humano―. Sin embargo, Wood demostró una vez más su genialidad al incluir ciertos elementos que indican que en realidad se trata de una mujer de sensualidad reprimida, como son su mirada perdida ―divagando en no se sabe qué fantasías o arrepentimientos, o bien observando algo o a alguien que sabe inalcanzable―, su camafeo de motivos profanos y, sobre todo, ese mechón de pelo rubio que se escapa sinuoso de la tirantez del resto de su cabellera.

gótico americano 6El granjero, por su parte, se presenta como una figura muy ambigua, que a la vez puede parecer un esforzado trabajador del campo con uno de sus aperos cotidianos o un pequeño dictador dispuesto a defender con sangre sus posesiones. Los brillos de las tres puntas de la horca que aferra su mano derecha se transforman en una barrera y en una advertencia dirigida a cualquiera que pretenda cambiar su modo de vida. Incluso un inocente espectador contemporáneo puede palpar la tensión de la amenaza. El arma se antepone al hombre, y éste a su esposa ―o a su hija solterona: los críticos difieren en cuanto al rol de la figura femenina― y a su propiedad material, entre las que para él no existe ninguna diferencia. Su mirada severa no deja lugar a dudas: no parece el tipo de persona al que le pueda importar lo que ocurra en Montparnasse, ni siquiera en Nueva York.

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